08 abril 2006

ESO NO TIENE NOMBRE

Por: Pedro Acuña González
08/04/06


El viernes 7, cansado después de ver a Roberto Giusti tratando de convencerme que tengo que salir a protestar, Carlos Fernández descubriendo que la seguridad es un problema político y José V. Antonetti (¡Dios Antonetti!) sacando inteligentes conclusiones sobre cualquier tema, decido ver a Ernesto Villegas en el preciso momento cuando éste empieza a retransmitir la llamada que la señora Faddoul hizo a Miguel Rodríguez. Me quedo consternado ante sus dolorosas palabras, la solicitud de no politizar el asesinato de sus hijos, su petición que la dejen sobrellevar el dolor y la entereza para, en tal momento, aclarar sus sentimientos hacia el Presidente Chávez. Y en el momento cumbre de su declaración, cuando, sollozante, la madre calla para reprimir su llanto, cuando cada uno de nosotros está con lagrimas en los ojos y el llanto atragantado, en ese preciso instante, cuando todos callamos con ella, cuando quisiéramos abrazarla para demostrar nuestra solidaridad, el entrevistador vuelve con otra pregunta política: ¿Señora Faddoul, cuándo la llamó el Presidente Chávez? ¡Me quedé estupefacto! ¿Cómo alguien puede ser tan inhumano? ¿Cómo se puede tener tan poco respeto por el dolor ajeno? Paralizado de la rabia, solo puedo hacerme una pregunta: ¿Qué importancia puede tener el momento de tal llamada? Caigo en la respuesta: ¡Necesita saber si fue después de las protestas para conseguir otro frente de ataque! O sea, ¡Sigue politizando el asesinato de los niños!

Independientemente de la lección de humanidad que le dio la respuesta de la señora, donde, entre otras cosas, perdonó a los asesinos y no le dio puntos para atacar al Presidente, a despecho de mi rabia, no pude sacar de mi cerebro el hecho. Y empleo todo mi intelecto, lo poco que me queda, después de ser estupidizado por la lobotomía intelectual a que me someten diariamente los señores nombrados, empleo toda esa estupidez que tengo, en buscar explicación lógica al hecho. Pero a mi mente, dominada por la rabia, solo acuden adjetivos para calificar al periodista:

¡Inhumano! Porque un ser humano no puede ser tan indiferente al dolor ajeno; ¡Despreciable! Porque uno no puede sentir sino desprecio ante lo que está oyendo; ¡Indolente! Porque no se conmueve con el dolor ¡Inconsciente! porque solo alguien sin conciencia del momento por el que está atravesando la dama puede taladrar en su dolor; ¡Irrespetuoso! Porque tal falta de respeto es intolerable. ¡Malvado! Porque la maldad de su lengua perforó el tímpano de mi corazón. ¡Ignominioso! Porque definitivamente es una ofensa pública a la señora y todos los venezolanos. Y empiezo a bajar de nivel: ¡Bocón! Porque no sabe cuando callar ¡Sucio! Porque solo alguien con la mente sucia puede tratar de sacar provecho de semejante situación ¡Estúpido! Por la estupidez de su acto ¡Palangrista! ¿Qué significará eso? Y sigo bajando: ¡Jugo'e Tomate! (pronúncielo ante un espejo) Porque solo alguien con sangre de tomate puede actuar así ¡Mamá de Huevo! Porque solo una gallina actúa tan cobardemente ¡Cabeza de Huevo! Porque sólo quien tiene la cabeza llena de clara y yema de huevo, en vez de cerebro, procede sin pensar.

Pero, no consigo el adjetivo adecuado, (quizás porque me volví bruto ó porque todos caben) y entonces trato de volver a explicarme el hecho mismo. ¿Por qué? Pero no encuentro la respuesta, sumido como estoy en la estupidez, y trato en vano de darle un nombre. Derrotado, he decidido utilizar este medio para solicitar a Roberto Giusti, Miguel Rodriguez, Carlos Fernandez y José Vicente Antonetti, sin meterme con las damas que los acompañan, a que utilicen su inteligencia superior para que me ayuden a describir el hecho con una palabra, por que en fin ellos son los culpables de mi falta de inteligencia y mi estupidez, la cual me ha llevado a concluir que ESO NO TIENE NOMBRE.

Pedro Acuña Gonzalez
C.I. 5.083.010

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