08 noviembre 2006

La fiesta brava,

mejor dicho, la fiesta del perturbado
Y de repente el toro miró hacia mí. Con la inocencia de todos los animales reflejada en los ojos, pero también con una imploración. Era la querella contra la injusticia inexplicable, la súplica frente a la innecesaria crueldad.
Antonio Gala
Por: José M. Ameliach N


Parece mentira que todavía en el siglo XXI, cuando existen miles de instituciones en el mundo que abogan por los actos humanitarios: se defienden los derechos del hombre, la conservación de las aguas, los bosques, los animales y del ambiente en general, se realicen corridas de toros en donde aniquilan cruelmente a unos indefensos cuadrúpedos con el solo propósito de divertir a unos cuantos individuos; que recrean sus malos instintos. Y lo peor de todo es que quienes patrocinan esos eventos, aquí en Venezuela, casi siempre son los alcaldes apoyados por unos pocos señores que se ganan un buen dinero, en contraposición a cada una de esas alcaldías que desembolsan y pierden ingentes cantidades de dinero por tener que refaccionar y adornar el respectivo coso taurino.

Veamos como se prepara y se realiza una corrida de toros. Los encargados de escoger los toros para el espectáculo van a una finca donde crían esta clase de ganado, allí escogen ejemplares con buena estampa, fuertes y vivaz y faltando unos 5 días para la corrida los embarcan en unos camiones en donde viajan incómodos por largas horas, sin mucho alimento y poca agua, llegando muy cansados estos animales a los corrales de la plaza, de allí lo pasan a unos cuartos con un mínimo de luz y lo dejan allí encerrados por unos dos o tres días, dándoles poca comida y el agua mezclada con sustancias que los purga; por consiguiente, después de algunos días los toros están muy debilitados y sus condiciones físicas se reducen a menos de la mitad de cuando llegaron.

Cuando el toro entra al ruedo, a plena luz solar, se encandila, se le ve asustado por la bulla que hace el público y no sabe para donde coger, al poco rato vienen los ayudantes del torero, le dan unos pases con sus capotes y lo dirigen a donde está un picador, hombre con una larga vara que termina en una punta de metal de unos 15 cmts., montado en un caballo “protegido” por un lado con un peto, allí es donde enviste el toro con fuerza, aunque menguada, y choca con el costillar del caballo. (En unas seis embestidas más ese caballo tendrá múltiples fracturas y desprendimientos de órganos por lo que pronto muere) Entonces, el picador hunde una y otra vez la lanza en el toro y así comienza su mayor martirio.

Para doblegar más al toro y humillarlo, esta última frase usada por los taurómacos con mucho sapiencia, después de martirizado con la pica le son clavadas seis banderillas cerca del lugar en donde lo hirieron con la vara; las banderillas terminan en un arpón de metal de 10 cmts. de largo que se mueven hacía adelante y atrás dentro de la carne del toro desgarrando toda esa zona. Ya la fortaleza del toro ha disminuido un 90%, ese es el momento para el enfrentamiento con el valiente torero, quien le da algunos pases de muleta, se pare adelante y le toque los limados cuernos; todo un farsante.

Y ya cuando el toro se siente morir debido a tanta tortura, se le hiere mortalmente con una espada de unos 80 cmts. de largo que le destroza el hígado, los pulmones, los riñones, las arterias y las venas; un verdadero teatro macabro. Además, como si fuera poco, cuando el toro cae exhausto, llega un ayudante del torero y lo descabella, ésto es, introduce en la cabeza y detrás de las astas del toro moribundo un cuchillo de unos 15 cmts. de largo que al final tiene fijado y atravesado una hoja metálica muy afilada.

¡¡Que monstruosidad!! ¿Dónde está la condición piadosa que se debe presumir existe en la mente y el alma de cualquier ser humano? Son las autoridades venezolanas las que permiten estas barbaridades y, como se dice al principio, algunos mandatarios municipales tienen el tupé de gastar un dineral para que se realicen estos eventos en vez de devolvérselos a la comunidad en obras sociales.

Como dijera nuestro bien amado Libertador, Simón Bolívar, al General Rafael Urdaneta en carta del 3 de agosto de 1.829:
SI USTED QUIERE DECIRLE LA VERDAD PURA Y LIMPIA, HAGALO USTED, PUES ÉSTE ES EL MEJOR MODO DE PERSUADIR.

Por: José M. Ameliach N
Noviembre de 2.006

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