28 abril 2014

TENGO UN NUEVO ARADO...

lo probaré en el viento.

"El peor enemigo de la revolución es el burgués que muchos revolucionarios llevan adentro."
                                                   -Mao Zedong-



Por: Javier Del Valle Monagas Maita (*)

Una revolución no se hace basada en los  vicios del pasado, ni con equipos humanos cuyas conductas reflejen su formación adquirida en ese pasado y, que además se resisten a cambiarlo. Una revolución implica revolver, demoler el pasado.  Con gente capaz de resistir las tentaciones y los egoísmos de los privilegios que se sostienen por tan largo tiempo y que están contaminados del pasado. Pero que tienen capacidad de resistir sus debilidades.

Si por estrategia el camino de la revolución debe ser acompasado y lento por algún tiempo. Eso no implica que tenga que ser rehén del chantaje del enemigo y que para no provocarlo tenemos que ser estáticos, inermes e inactivos. Todo lo contrario. Una revolución ha de dar respuestas contundentes al ataque enemigo. Eso hará, que a cada acción contrarrevolucionaria siga una reacción revolucionaria. 
     
La impunidad no es un ser pensante. Es más bien una acción pensada. De ella se valen los que hacen del caos, la injusticia y el dominio de clases una empresa malvadamente lucrativa con la cual obtienen poder y fuerza para continuar con su reinado de maldad y hambre.  La impunidad debe considerarse un crimen de lesa humanidad, pues donde se instaura, el dolor, la miseria y la muerte dejan una estela de cadáveres humanos sin castigo, incluso, en su mayoría de niños inocentes, que jamás tuvieron oportunidad alguna de enterarse de su destino y su fin.
     
Desde 1999, noto que las ansias de justicia en Venezuela son retenidas por la presión y complicidad de poderes externos de naciones muy poderosas que amenazan cada vez que sus lacayos son atrapados en sus crímenes y para rescatarlos, imponen la impunidad en sus diversas presentaciones, pero con  consecuencias para el pueblo como: pesar, luto y dolor. Por esa razón las ciudades y barrios latinos de Estados Unidos alojan indolentes criminales que se fugaron, huyendo de La justicia venezolana. Y los que no pudieron hacerlo, tienen unos cómplices internos, que ejercen una inmoral presión para lograr su perdón y que son auspiciados, impulsados y acompañados por medios de comunicación engañadores, mentirosos y tarifados. Es cierto que pese a esas presiones se ha avanzado algo respecto a castigo judicial, pero no lo suficiente. Aun se amparan muchos asesinos materiales, más aun, intelectuales, en recovecos leguleyos o en inacciones ejecutivas, legislativas y judiciales  que permiten que el criminal evada la pena de su delito, mientras el agredido o sus dolientes, se rumian su pena y dolor ante la impunidad que se ve y se siente como una mole gigantesca, pesada y poderosa.
     
Derribar la mole de la impunidad no es algo tan complicado. En realidad lo que  se debe hacer es aplicar la norma, tal como reza su espíritu. Lo difícil es encontrar las conciencias y voluntades capaces de cumplir esa sagrada función y deber. Gente capaz de concentrarse en el ejercicio del deber, ocupándose de ser eficaz, honesto y restándole importancia al santo dinero que le alimente el ego y el falso status. Así como ignorar las matrices de opinión interesadas en que toda acción de justicia se paralice. El enemigo sabe muy bien, que a cada acto de impunidad por sus delitos,  la desesperanza y desilusión del pueblo por un proceso de cambios aumenta. Saben que eso favorece a sus malvados intereses. Por esa razón se infiltran traidores dentro de las filas de ese proceso, para desde adentro, hacer el trabajo de desgaste que conlleve a la parálisis de los necesarios y obligatorios cambios. 
    
Es el momento de que el gobierno, que fue empoderado por las mayorías del pueblo venezolano asuma una posición más estricta con respecto al trato al enemigo, sin importar su naturaleza, procedencia  y posición.  Ya no basta con la denuncia, se impone la sanción ejemplarizante, hay que hablarle claro al pueblo, decirle que estamos en una guerra, en la cual todos, absolutamente todos tenemos un papel que jugar y que el sacrificio de algunas comodidades y lujos son necesarios para preservar los tesoros mas importantes de una nación: libertad, patria, soberanía, respeto y  auto determinación.  Los pocos privilegios que perdamos ahora, serán recuperados con creces y sin ser rehenes de nada ni nadie. Pero repito. Esta no es una tarea de pocos o de elites. Es asunto colectivo. Si hacemos un balance de nuestras fortalezas y debilidades, descubriremos que nuestras fortalezas desde todo punto de vista, son potencialmente mayores que las debilidades. Que solo necesitamos la iniciativa y una dirección revolucionaria que entienda cual es su papel y para que, en tiempos de lucha, la faena es más llevadera en colectivo y la cosecha, es aun más liviana.  Vamos pues a “desalamabrar” como decía el gran Víctor Jara.
     
Castigo ejemplar para el agresor, no importan los pataleos del sub imperio sionista yanqui y sus amenazas estúpidas. Mientras más duro les demos a sus agentes internos, más se debilitaran sus amos externos. Así debe funcionar una revolución.

(*) Javier Del Valle Monagas Maita
Abogado Con Patria
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